La cadencia
contenida en ese mar inmenso que es su cama,
los besos
que incitan ahora y después calman.
El deseo en
las puntas de sus dedos,
dibujando,
escribiendo
en ese lienzo que es su espalda.
El néctar
que sacia el alma,
los dientes
que marcan,
que tatúan
círculos dentro de un círculo.
El pecho que
se ofrece con vehemencia,
que exige
ser besado,
tomado entre
las manos, venerado.
Los sonidos
en la noche emitidos al oído,
los suspiros
y de repente todo acaba.
Hay silencio
y la respiración entrecortada se pausa,
la cadencia
regresa
Los párpados
caen . . . todo calla
Excepto tu nombre en mis labios, en mi piel, en mi alma.