Las grandes enseñanzas a veces no pueden ser aplicadas en aquellos que fueron Nuestros mentores y eso, en este momento, me duele intensamente.
Es un acto de amor incondicional el enseñar algo a sabiendas de que uno no se verá beneficiado por dicho aprendizaje y me refiero a las lecciones de vida.
Así, mi Abuelo me enseñó con su muerte a estar cerca de las personas amadas, yo no estuve a su lado cuando murió, llegué minutos después, pero estuve tan cerca como pude de Hugo y de Doña Tere.
Estas enseñanzas pueden ser tan dolorosas que cueste trabajo indentificarlas como tales, el dolor suele dejar un manto sobre de ellas y habitualmente huyen a Nuestra comprensión.
Hoy me doy cuenta de que quizá una nueva enseñanza se esté gestando, en la que soy discípulo y mentor al mismo tiempo y me cuesta trabajo no abrumarme por el dolor, pero voy caminando.
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