viernes, abril 24, 2009

Las palabras se encuentran en lo más profundo de mi, lo sé, lo siento, y mis días se debaten entre el cielo azul inmenso y el gris apesumbrado de un nombre sin rostro, de un monólogo sordo.

No es una pesadilla, tampoco una bendición y mi mente se ocupa de miles de cosas, pero en la calma o cuando estoy solo, me asalta de nuevo.

Escuché la voz de un anciano que lenta y suavemente me decía la oído: “Habrá que confiar”

Y al final no queda otra cosa que hacer eso.

Confiar, respirar hondo, llenar pulmones y corazón de amor y agradecimiento y esperar pacientemente que la rueda siga girando.

Tendré cuidado en no pisar el mismo suelo, de no jugar los estúpidos viejos juegos, hay veces que veo el espejo y veo al que fui, cansado, increíblemente viejo sonreír de una mala manera, extendiendo la mano, invitándome a regresar. . .

Ayer salí a la calle y contemplé el cielo, rompí las paredes que me contenían y pude sonreír.

Al final, reconozco que esta basura son sólo sombras que desaparecen en cuanto el Sol toca mi cuerpo.

Saldré más seguido, lo haré con más calma, seré más fuerte, resistiré esas tentaciones y sonreiré con más ganas.

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