viernes, diciembre 11, 2009

Delante de mi se extiende infinito el maldito desierto, estoy enojado porque fueron mis propios pasos los que me trajeron hasta este lugar y en este momento no queda otro camino que tomar excepto el desierto, llevo horas parado en el acantilado observando sus arenas extendiéndose hasta fundirse con el horizonte y tengo miedo.

El enojo y el miedo ceden poco a poco y distingo entre las dunas ese viejo camino que crucé hace décadas, sé, porque lo he hecho antes, que encontraré el camino, es más una intuición que la certeza de que ese es el camino que me conducirá a salvo y lejos de la locura y el dolor.

Así que después de casi un día de observar el desierto hoy fue el primer día en el cuál mis pies tocaron las malditas arenas, hay que cuidarse y observar atentamente el cielo, durante estos días estaré concentrado y observando atentamente a mi rededor, el único peligro aquí yace en mi cabeza, habrá que alejar los demonios internos y acallar las voces, a veces dulces, de mi mente.

Observar atentamente el suelo, pedir ayuda y consejo al cielo y caminar, caminar y caminar. . .

No hay comentarios.: