jueves, diciembre 31, 2009

La mayor parte del camino durante estos días en solitario ha sido mucho más fácil de lo que pensé al principio, sin embargo falta todavía para llegar a buen puerto, las noches son difíciles, la densa obscuridad apenas alejada por la pequeña hoguera amenaza cubrir mi cuerpo entero, los sueños han sido agitados y dolorosamente reales, especialmente uno me despertó en medio de la nada. . .

Los días pasan lentamente, las horas se ahogan en la infinita arena y yo sigo el camino antes trazado. . .

miércoles, diciembre 30, 2009

Sigo caminando . . .

viernes, diciembre 11, 2009

Delante de mi se extiende infinito el maldito desierto, estoy enojado porque fueron mis propios pasos los que me trajeron hasta este lugar y en este momento no queda otro camino que tomar excepto el desierto, llevo horas parado en el acantilado observando sus arenas extendiéndose hasta fundirse con el horizonte y tengo miedo.

El enojo y el miedo ceden poco a poco y distingo entre las dunas ese viejo camino que crucé hace décadas, sé, porque lo he hecho antes, que encontraré el camino, es más una intuición que la certeza de que ese es el camino que me conducirá a salvo y lejos de la locura y el dolor.

Así que después de casi un día de observar el desierto hoy fue el primer día en el cuál mis pies tocaron las malditas arenas, hay que cuidarse y observar atentamente el cielo, durante estos días estaré concentrado y observando atentamente a mi rededor, el único peligro aquí yace en mi cabeza, habrá que alejar los demonios internos y acallar las voces, a veces dulces, de mi mente.

Observar atentamente el suelo, pedir ayuda y consejo al cielo y caminar, caminar y caminar. . .

martes, diciembre 08, 2009

Sirena.

Sé que navego . . . hay viento . . las grandes olas abrazan vehementemente la nave, como puedo me acuesto y te recuerdo . . . enormes truenos estremecen el océano entero y tu voz llega a mi por encima del violento estruendo . . .

Me arrancas de donde estoy, tu voz me hipnotiza, me estira y duele, más no dejo de caminar hacia donde me invitas, mis oídos están por reventar y la obscuridad se vuelve densa a mi alrededor. . .

“Todo esta bien” me susurras mientras tus violetas cabellos cubren mi cuerpo, tu voz resuena en mí y tus palabras se funden en mi cuerpo entero, sé que estoy muriendo y me importa un bledo . . .

Tus manos en mi pecho y tus largas uñas haciendo surcos, escucho a lo lejos ciertos gritos y un agudo dolor se apodera de mi cuerpo entero . . .

Yazco en un fondo cálido, en un lecho de fina arena blanca y los azules turquesa marmolean mi morena piel, mi corazón late con fuerza en el centro de mi pecho y siento que despierto por primera vez en mi vida . . . abro la boca grande y me incorporo lentamente . . . escucho tu llamado a lo lejos, por entre los profundos azules . . . . . .
Las palabras se evaporan en el aire no bien las pronuncio
y un fino polvo blanco cubre tu deliciosa piel,
las caricias de mis dedos permanecen un segundo más después de que estos abandonan tu piel,
ceden como el calor al frío en un día de invierno,
mi aroma,
que durante un tiempo fue tuyo también se desvanece de a poco,
al final,
no hay rastro de mi excepto quizá por cierto calor en el centro de tu pecho
y una sonrisa en un cálido día.

miércoles, diciembre 02, 2009

No es cierto que estamos tan separados del cielo, sencillamente no es posible, si bien hay grandes diferencias entre el azul invernal y el gris concreto yo estoy cierto de que sólo es necesario levantar el brazo y estirarlo con fuerza para poder tocar ese vasto espacio.

Hace eones los humanos transitaban libres como las nubes por la tierra que lo único gris que tenía eran las gruesas nubes cargadas de lluvia.

Y el volvernos sedentarios también nos volvió amargos y envidiosos para con las que antaño fueron compañeras de viaje, así la separación entre cielo y humanos comenzó, hoy, pocos voltean a ver los majestuosos cielos, algunos porque se acostumbraron a ver natas por cielos y otros porque están embelesados con una caja de mil colores que ahora hasta en el coche pueden llevar.

Millones de años tardó la naturaleza en volvernos corredores, sagaces cazadores que miraban el cielo en busca de respuesta y consuelo y hoy quizá nos lleve unas cuantas generaciones volver a estos cazadores en bestias de pastoreo, gordas, grasientas, rumiando imágenes que no existen. . . . vendrán los lobos y nos encontrarán flácidos e idiotizados y el festín no tendrá fin.