lunes, marzo 29, 2010

Dragón vomitando princesas.

Hoy es una de esas noches, hubo una fiesta en el viejo castillo, el Rey convocó a uno de sus majestuosos bailes, yo siempre había respetado sus ridículos rituales hasta ayer.

En el salón las grandes antorchas iluminaban el reluciente piso, en las gruesas paredes colgaban los pendones y estos curiosos humanos hacían piruetas y reían, yo los podía observar desde el acantilado, realmente no entiendo bien que pasó . . . mmmmhhhhh

Si, recuerdo que esa bella princesa salió del salón principal y se acercó al balcón, la Luna apareció por detrás de los jirones de nubes e iluminó su preciosa tiara, esos brillos siempre han llamado mi atención, que le voy a hacer, estiré mis alas para desentumirme un poco y el aire cambió de dirección trayendo su aroma, cosa que no hubiese importado absolutamente nada si no fuera porque ella sí era virgen, esta hermosa mujer observaba la Luna y pareciera como si platicara con ella, mi corazón dio un vuelco, me hubiese gustado ser Luna, que sus dulces palabras fueran para mi, sentí celos como hacía mucho tiempo no lo hacía, recordé otros reinos y recordé a mi princesa, aún antes de que estas gruesas escamas cubrieran mi enorme y poderoso cuerpo, eones antes cuando era piel lo que cubría músculo y sangre, cuando podía reír y sentir esa emoción en el centro de mi pecho y entonces quise que ella fuera mía como lo fue mi princesa, mi reina. . .

Mis alas batieron el fresco aire y yo aún recordaba el cálido lecho y su aroma en cada poro de mi piel, mis gruesas escamas se pegaban a mi cuerpo para hacer el menor ruido posible y yo me veía escribiendo runas en su blanca piel, ella reía y suspiraba con mis dedos y yo era feliz. . . el balcón estaba a mi alcance y desperté, giré bruscamente y aterricé de un golpe en el patio, como pude me rehice y volé nuevamente, ella gritó suavemente . . .

Estaba confundido, su aroma se incrustaba en mis pulmones y quemaba por dentro, no había miedo en ella, observaba atentamente el cielo y yo permití que mis escamas se abrieran un poco dirigiendo los destellos, me vio, sus ojos . . . y yo regresé a ese cálido lecho en donde sus ojos eran mis soles, las estrellas que guiaban mi alma a puerto seguro . . . me encontré en el patio y ella frente a mi pálida, su aroma envolviendo todo a mi derredor . . . recordé cuando hablaba, cuando de mi boca podían salir cosas diferentes a rugidos y fuego . . . recordé palabras y algunas que dije a su oído. . . ella hablaba temerosa al principio y recordé algunas palabras que aún permanecen debajo de mi gruesa armadura, ella se acercaba lentamente a mi, yo estaba perdido, mis músculos se tensaron y por un instante desee huir, mis alas se preparaban pero ella me tocó y todo cambió . . . de pronto sus dedos acariciaban mi piel, sentía su presencia cerca de la mía y escuchaba mucho más allá de sus dulces palabras, recuerdo esos días en los cuáles mi mundo era su piel, su voz mi credo, su cuerpo mi templo . . . cuando mis brazos podían cubrirla con suavidad de día o de noche y su cabeza descansaba en mi pecho . . . algo pegó en mi ala y los gritos poco a poco entraban en mi cabeza, por un instante no entendí que pasaba o dónde estaba y la realidad cayó de golpe sobre mi, grité su nombre al cielo y lo único que regresó el eco fue mi rugido, todo el maldito reino se despertó y yo sabía lo que vendría, grité su nombre una vez más al cielo como si Luna pudiera traerla de regreso a mi y convertirme en lo que fui, abrí los ojos y frente a mi la princesa observaba, sus ojos se encontraron con los míos y juro por los malditos Dioses que ella sabía lo que pensaba, su cara cambió, su pelo también y escuchaba su voz llamándome por mi nombre, la tomé entre mis brazos y la apreté con fuerza, me perdí entre sus cabellos inundando mis pulmones con su aroma, sentí como su cuerpo se entregaba a mi, yo lloraba mientras le decía cuánto la amaba y así permanecí hasta que las agudas flechas rebotaban en mi dura piel, estos idiotas jamás entienden pensé y entonces olí la sangre, estaba confundido, tremendamente confundido, mis ojos estaban nublados, en ese instante recordé lo que era llorar aunque de mis ojos no salía maldita lágrima, pero no por eso dejaba de doler, poco a poco se fueron aclarando mis ojos y mi mente y el aroma de la sangre me regresaban a la realidad mucho más rápido de lo que me hubiese gustado y entonces me dí cuenta de que su cuerpo inerte estaba entre mis garras y mi boca saboreaba su deliciosa sangre. . . y yo me odiaba por disfrutarla pero así es hoy, soy dragón y como princesas y rugí de dolor por haberla matado dejé caer su cuerpo y enfrenté a los hombrecillos y sus estúpidas armas, no había nada en mi excepto su sangre, su aroma impregnado en mi boca, en mis relucientes escamas y yo quería venganza y la encontré en sus blandos y pequeños cuerpos, sus armas volaban, lanzaba a los soldados del balcón y me dirigía al gran salón en donde las mujeres trataban de escapar por la angosta escalera, yo apresuré el paso y me dí un festín, tragaba mujeres vírgenes o no, que más da, trataba que su aroma desapareciera de mi y lo cubría con sangre de quién fuera, jamás me había comportado así, la sangre me volvía loco pero era el dolor lo que realmente me tenía mal, era su recuerdo, el dolor en mi pecho, la maldita añoranza de su cuerpo, de su voz, su aroma, el pesadísimo recuerdo de ella y lo que eso hacía en mi corazón si lo que late en el centro de mi pecho se puede llamar corazón y me ahogue en cuerpos, en carnes suaves, en gritos desesperados y yo quería morirme en ese instante pero no fue así, malditos Dioses con un destino cruento para mi y terminé con todos, caminaba lentamente, tambaleándome, manchando los viejos pendones de sangre y salí al patio, su cuerpo yacía inerte en el piso, su vestido desgarrado y lleno de sangre, la tomé tan delicadamente como pude y levanté el vuelo, Luna cubría mi cuerpo, mis escamas pegadas a mi cuerpo y yo cruzaba el horizonte silenciosamente, fui al lago, deposité su fino cuerpo en la orilla, avancé hacia el centro del lago y batí mis alas bañando su cuerpo y el mío, subí a lo más alto del pico y ahí dejé su blanco cuerpo, ahí permanecerá un tiempo, intocable . . .

Por la mañana escuché mucho ajetreo en el castillo y yo estaba mareado con tanto aroma, hedor tendría que decir, cerré mis ojos nuevamente y hoy es de noche y estoy vomitando princesas.

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